Tuesday, March 29, 2011

Diversidad

The Allure of the Foreign trata el tema de la diversidad a través de una discusión del consumo de productos extranjeros. El argumento desarrolla dos ideas: el concepto de la identidad peruana y la diversidad racial y social mostrado por el consumo. El autor dice que el encanto extranjero tiene que ver con la búsqueda de identidad peruana en la época poscolonial. ¿Qué es un peruano o aun un latinoamericano? ¿Cómo se relaciona con sus compatriotas, con el resto del mundo? Como dijimos en clase, San Martin creyó al Perú primero y entonces a los peruanos; declaró la independencia y luego declaró que los indígenas estarían llamados peruanos. Pero los peruanos que él “creyó” ya no fueron peruanos, según él, sino peruanos en potencial, había que “peruanizarlos.” ¿Pero cómo se puede peruanizarlos si no hay una idea clara de la peruanidad? A San Martin y sus contemporáneos, “peruanizar” realmente significó “blanquear”. Su idea de crear una población civilizada y educada no tomaba en cuenta la estructura social que ya existía (o que existió y funcionó bien hasta su intervención). Sus ideas de modernidad y mejoramiento vinieron solo de su ambiente europeo colonial. Esta idea de la necesidad de “blanquear” a otras personas, los indígenas en particular, forma todavía parte de la presión del consumo peruano. Para tener estatus, hay que tener plata y si tiene plata, hay que mostrarla por comprar productos ‘modernos’ y mantener el estilo actual europeo. Por lo tanto, los ricos quieren comprar productos extranjeros y quieren que los pobres los compren también para ser civilizados. Pero la cuestión real debe ser ¿por qué productos extranjeros? Esta tiene que ver con la idea de la peruanidad.


En aquel tiempo y todavía hasta hoy en día, había una búsqueda para la peruanidad que todos los ciudadanos peruanos tienen en común. Cuando un extranjero imagina el Perú, probablemente piensa primero en la tierra, en los Andes y la cultura Inca que los habitaron y su ciudad Machu Picchu. Y es verdad que los peruanos son orgullosos de la historia gloriosa de su tierra pero de verdad, no es una historia compartida por todos. Si preguntara a un peruano de que es orgulloso, sería muy probable que dijera la comida peruana. Pero la comida sola no puede ser una identidad, per se, particularmente en el caso peruano en que la comida es una mezcla de sabores. La chifa, por ejemplo, es una mezcla de lo asiático con lo latinoamericano y aunque termina en algo únicamente peruano, todavía no muestra todo lo que tiene el país a ofrecer. Como su tierra y su comida, los que viven en el Perú, que llamamos peruanos son muy diversos. Hay diversidad racial, social, terrenal, ideal, y más. ¿Pueden encontrar algo en común? Desde su principio como republica, Perú ha buscado su identidad y ha mirado hacia lo que ya sabe, los valores de la sociedad colonial. Aunque se declararon independientes, los peruanos de la elite aspiraban a ser como los europeos. Aspiran a ser lo que asocian con la riqueza y la modernidad, lo cual es la cultura colonial español. Me recuerda de lo que Paulo Freire escribió sobre la concientización de los oprimidos. Cuando los oprimidos se dan cuento por primera vez que son oprimidos y pueden cambiar su situación, al principio no buscan la libertad y humanización de todos, sino buscan a ser opresores también. Lo único que saben que no es ser oprimido es ser opresor. En el modelo de Freire, esa es la tarea de la educación; enseñar a los oprimidos como desarrollar otro mundo con igualdad. Para los peruanos, hay que darse cuenta de lo que tienen en su propio país y reconsiderar lo que admiran y lo que significa modernidad y estatus social.


Esa consideración nos lleva al otro tema, el de los productos extranjeros como símbolo del estatus social y como este consumo y presión de apariencias encaja la diversidad. El autor explica que en el Perú actual, los ricos, los de la clase alta y los que aspiran a la clase alta admiran lo extranjero porque significa la modernidad. Quieren hablar inglés, vestirse en estilo europeo y ser cosmopolita. Para ellos, no indica posición social de alto nivel hablar quechua, vestirse en ropa tradicional y comprar solo bienes locales, sino indica la falta de plata e inhabilidad de comprar los productos más caros. Pero esto no es el caso de todo el mundo. El autor compara Perú con la cultura china, donde sí indica estatus alto de tener ropa, muebles y casa en el estilo local porque la apariencia que quieren mantener es que son gente local y no extranjera, que pertenecen al grupo. El autor también hace una investigación hacia los principios del crecimiento del consumo, en los Andes en particular, dentro del primer siglo después de la independencia. Este boom de consumo empezó en Lima con la búsqueda poscolonial de ser moderno y las elites de ciudades más lejos intentaban estar actualizadas. En Arequipa y Cuzco en particular, los ricos intentaban mantener su apariencia de modernidad y estar al tanto de sus compañeros en la costa. Sin embargo, este “struggle of provincial elites for social acceptance by their coastal counterparts,” (43) no era universal. En la sierra central, había que mantener la balance entre el gusto de colegas, asociados y amigos limeños con colegas indígenas locales. Comprar un traje nuevo puede dejarlo admirado a un socio limeño mientras el mismo puede mostrar a un local una falta de respeto. Dice el autor que de beber chicha, llevar ropa tradicional y hablar Quechua, “symbolized social bonds, mutual understanding and respect for Indian culture and it was designed to facilitate social and political negotiations.” (41) Le importaban a estos empresarios mantener buenas relaciones con ambos grupos y la apariencia de éxito. Las indígenas eran más desconfiadas de los productos extranjeros y la necesidad de reemplazar sus tradiciones. Pero eso no es de decir que no apreciaban un regalo, de clavos importados por ejemplo, sino que las indígenas compraban los productos más por su utilidad que por significado.


Personalmente, yo veo este fenómeno todavía hoy en día pero ha cambiado también. Lo veo en los comerciales que tienen modelos blancos. Lo oigo en la música norteamericana que toca en los micros, en los carros y en las tiendas. Lo veo en los restaurantes norteamericanos como McDonalds y Pizza Hut que acá son considerados bien fichas mientras en los E.E.U.U. son considerados casuales. Lo oigo en las personas que quieren aprender y hablar inglés aun a costa del idioma tradicional de sus padres. Para mí, es muy triste oír de padres que dan a sus hijos nombres norteamericanos y quieren que solo aprendan el inglés y el castellano. Entiendo el deseo de una vida mejor y mejores oportunidades para sus hijos pero no puedo creer que sea necesario perder su origen para hacerlo. También me parece triste que el autor dice que algunas familias comían alimentos enlatados para sus fiestas, (46) que algo simple y malo para la salud puede ser exaltado tanto a ser comida especial. O la historia de los niños con comida tradicional y saludable pero considerado peor que los dulces más caros porque son importados. Que lastima que el valor de un objeto viene de su origen y no su utilidad.


No sugiero que los peruanos dejan de globalizarlos o comprar productos extranjeros, sino que aconsejo que dejen de buscar su identidad en lo extranjero porque no van a encontrarla. Hay que ver la diversidad peruana como ventaja, no problema. Escribe Thomas C. Holt en su prefacio para Race and Nation in Modern Latin America, que “nations […] must be made to seem whole, despite being drawn from disparate elements, with different local identities and roles.” (xii) Los peruanos deben reconsiderar el valor de sus propios productos, idiomas y costumbres y aprovechar de su diversidad para forjar una identidad peruana verdadera.

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